Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Engranajes caóticos a la par.

  Nunca he sido de tomar rápidas decisiones, ni de tener un rumbo fijo. Bueno, en realidad, siempre tomo mi decisión, pero en seguida cambio de parecer, una, otra, y otra vez. Eso es por el caos que hay en mi interior. Soy dos mitades, no una entera, porque eso sería insinuar que ambas mitades son iguales. No lo son.
  Una es Coro, y otra Ginger.
  Coro es grande, potente y fuerte. Ginger es ágil, blandita y no tan fuerte. Coro camina. Ginger corre. Coro siempre lleva reloj, Ginger va a deshora. Coro es más de día, Ginger prefiere la noche.
  Coro piensa, Ginger actúa. Coro copia, Ginger sin esfuerzo inventa y modifica. Coro es más cerrada, Ginger se abre a cualquier persona. Coro es prudente y Ginger atrevida. Coro es generosa y sonriente. Ginger egoísta y sólo sonríe cuando es conveniente. Coro mira siempre el suelo, Ginger sueña mirando el cielo (con la barbilla bien alta). Coro se mueve, Ginger baila. Coro es más de Hip Hop, o quizá Jazz. Ginger nació para el contemporáneo. Coro es precavida, y le cuesta confiar. Ginger es más imprudente, y confía desde el primer cruce de miradas
  Coro es SXIX, Ginger XX. Coro obedece, Ginger prem fuere sus propias normas.
  Coro es manzana, Ginger mandarina.
 Coro se queda en casa. Ginger sale a la calle. Coro susurra, Ginger grita hasta quedarse afónica. Coro calcula y formula, Ginger pinta, traza y sobretodo escribe mientras baila. O baila mientras escribe.
  Coro y Ginger, al fin y al cabo, forman una. Y por mucho que discutan por salir, una no puede ser sin la otra. En ocasiones, una de ellas, sobre todo Coro, tiene que cargar con la otra, herida y hundida. Cuando una gana a la otra durante mucho tiempo, incluso llego a asustarme. Ninguna puede desaparecer. No pueden. 
  Ahora discuten: Coro no para de repetir el tic-tac y recordarme las ojeras, Ginger quiere quedarse 'un ratito más' y es que todo es más bonito a esta hora. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Nanas de la cebolla.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

                    Miguel Hernández.


viernes, 29 de noviembre de 2013

De madrugada y bajo cero.

  Ese correr de las cosas. Esas prisas que tanto asustan y aún así uno lleva siempre a cuestas. Cómo sería todo si el tiempo no existiese. Si los segundos pasasen por el placer de uno mismo. Yo elegiría segundos como minutos, y minutos como segundos. Segundos más largos para poder encerrarme más tras mis barrotes. Más bien sumirme, esconderme en ellos, y poder trasformar lo de fuera en algo de aquí dentro. Algo no mejor, simplemente adaptado a mí, a mi egoísta forma de ver las cosas. Egoísta porque es para mi.
  Minutos como segundos para que pasen rápido, tanto que hagan daño, y te provoquen tal impacto que no te de tiempo a reaccionar. Como un aviso, ya que cualquier persona con razón de ser puede usar su tiempo como le plazca, y adelantarte tanto que le pierdas la pista. Y eso nunca es conveniente, porque en este mundo no llevar ventaja conlleva la sucia elección de tener que adaptarte al tiempo del primero.
 Y que no falten segundos sin sonido, ni minutos estruendosos. Sonidos silenciosos para no tener presente en todo momento la rutina cuesta arriba que tienes ante ti. Minutos sonoros para que, golpe a golpe, pueda recordarte que lo que realmente existe, y lo que realmente tienes que adaptar a ti está ahí fuera.
  

viernes, 15 de noviembre de 2013

Reventando en mis entrañas tu miseria.

  Golpe. Golpe. Patada. Golpe... Parece que para. No, otro golpe más... Ahora sí. Se aleja sin decir si quiera nada, ni siquiera el insulto que grita siempre al concluir el 'trabajo'. Parece incluso cansado de repetir lo mismo todas las semanas. Ya es rutinario. Pero no lo está, porque va a seguir haciéndolo, no puede evitarlo. 
  Ella, sin embargo, sí lo está. Está cansada de arrastrar los pies por el suelo de su casa. Cansada por encogerse de hombros, asustada, tras cada portazo. Cansada de llorar sin lágrimas, porque hace tiempo que se secó por dentro. También está harta, nunca pensó que fuera a durar tanto, a formar parte de su rutina. Harta y cansada de seguir levantándose después de que su marido la pegue una y otra vez. Porque aunque duela, aunque parezca que no le queden fuerzas, siempre se levanta. Se levanta y tapa las pruebas que confirman lo recientemente sucedido, las pruebas grabadas en su cuerpo. Por dentro y por fuera. Orgullosa por no haberle dado el gusto de oír sus gritos de dolor, aún aullando por dentro. Y es que si algún día grita, será por rabia y no otra cosa. Orgullosa por no haber apartado la mirada de sus ojos. Una mirada llena de desprecio. Porque nunca nadie la verá con mirada cargada de dolor o tristeza. Ni él, ni nadie. 
  La vida, su vida, le ha servido para escupir cada rasgo de inocencia que tenía en su interior. Para manchar su alma de odio. Un odio, que al fin y al cabo, hace de ella la mujer más fuerte del mundo. Porque su aparente frágil y delgado cuerpo en comparación con el de su marido, grande y musculoso, la hacen parecer más débil que una pluma. No lo es.
  Hoy no puede más. Hoy quiere gritar. Hoy quiere acabar con los portazos, con el olor a alcohol por toda la casa. Está sentada, apoyada en la pared con la mirada fija en la puerta que se acaba de cerrar causando un estruendoso ruido. Hoy tiene fuerza, más fuerza que nunca. Se levanta. Esta vez no tapa sus heridas. Quiere que él las vea. Abre la puerta con la misma facilidad con la que respira. Hoy no está perdida, tiene un rumbo fijo, y no precisamente para esconderse en algún rincón de la casa. Sus pasos suenan por toda la casa. No tiene miedo. Suenan por toda su ciudad, por todo el mundo. Retumban en las paredes. En cada cabeza de una persona como su marido. No tiene miedo. Coge el cuchillo que guardan siempre para cortar jamón. Hoy quiere usarlo para otra cosa. Camina, y llega a la habitación donde se encuentra su marido. Como siempre, la está exigiendo la cena. O que le quite los zapatos. Ella no lo sabe, no le escucha. Se sitúa frente a la silla donde está sentado su marido. Le mira a los ojos. Los suyos, con un color de superioridad. Los de su marido, cargados de confusión. Y miedo. Ella le mira, y por primera vez en mucho tiempo abre la boca para mostrar una de las más bonitas sonrisas que nadie puede llegar a ver. Enseña los dientes al hombre que tanto daño ha hecho, con una curvatura perfecta en los labios. Quiere que vea que ni siquiera él es capaz de robarle su sonrisa. Ya no. Le mira, y agarrando el cuchillo con fuerza se lo clava en el estomago. Una y otra vez. 'Nos veremos en el infierno, amigo, porque ninguno de los dos pisaremos el cielo' le susurra al oído. De sus ojos salen pequeñas lágrimas. Lágrimas de alegría. 
  A lo lejos, se puede oír el sonido de la sirena de un coche policía. Ella sigue sonriendo. Sabe que van a por ella, y no le importa. Sabe que la encerarán, y no le importa. No le importa, porque él ya no está.
  
"Y no me importa estar encerrada, 
si hubiera sido yo no valdría nada. 
Aún sigo viva, aguanté tus golpes 
reventando en mis entrañas tu miseria. "
  

martes, 22 de octubre de 2013

O lo tomas, o lo dejas.


Sal con una chica que no lee. (Charles Warnke)

"Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio."

Charles Warnke


 Sal con una chica que lee (Por Rosemarie Urquico)


"Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el 
clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba."

Rosemarie Urquico.

lunes, 21 de octubre de 2013

Como borregos.

  Otro títere más de este circo llamado mundo. Los de arriba no cuentan con que las haya visto, porque una vez vistas las cadenas, no puedo evitar soltarme.


         Qué bien sabe la revolución.

lunes, 14 de octubre de 2013

Alza el puño arriba.


"Cambiar el mundo amigo Sancho,
Que no es locura ni utopía,
Si no justicia."


  Madrid ha olvidado el gritar de antaño. Ahora suspira cabizbaja ante la barbarie del gobierno.


  Madrid, fuerza tu garganta al viento y grita hasta echar toda la rabia, los lamentos ahogados de cada noche sin techo, el mal pulso al abrir las cartas del banco, el nudo en la garganta que guardas y tragas cada mañana al despertar, con miedo a lo que pueda pasar; Madrid, España, grita para que te oigan. Que esas lágrimas no sean de tristeza y sean de rabia. Rabia y alegría. Que el basta sea alto y claro. Sin temblor de voz alguno.
  No podemos permitir que se salgan con la suya. Que se sigan acostando cada noche calentitos con una sonrisa en la cara. BASTA! BASTA! BASTA!
  Se han metido con el pueblo equivocado. Que se note que no somos borregos. Que por mucho que nos quiten la educación, no somos tontos. Por mucho que nos quiten la sanidad, nos quedará fuerza hasta el final.

  Y cuando pienses que no puedes más, que está todo perdido, que no te queda aliento, mira a tu alrededor: no estás sola, Madrid. Que esta lucha ya tiene muchos años, y no va a acabar hasta que se gane. Hasta que los que lo merecen, salgan con lo merecido. Alza el puño arriba, y grita libertad.



  El miedo va a cambiar de bando. Ellos nos tienen miedo, y se va a notar. Mayoría aplastante gana a minoría absoluta. 

   Si los de abajo nos movemos, los de arriba se caen.
     

sábado, 21 de septiembre de 2013

teRAPia.

Cuando me preguntan por qué no escribo ensayos, no se cómo hacerles ver que el rap es uno de los artes más bonitos y difíciles de crear. Los que escriben sin saber, charlatanería. Porque en cada frase de un buen tema se esconden mensajes que ni el mejor psiquiatra podría darte. De ahí lo de teRAPia.
  Y es que si escuchas rap es por ponerte el móvil en la oreja y sólo centrarte en él, en la letra, en desmontar y descubrir lo que esconden cada una. En tapar (no olvidar) todo lo que te rodea en ese momento, porque todo lo que importa y todo lo que sientes está ahí, en tu oreja.
  Y yo, señores, no puedo conseguirlo. El día que consiga poner los pelos de punta cada vez que lean algo mío, lo mismo, una y otra vez, entonces sí. Porque sí se parecería a lo que intento explicar. El rap es un refugio. Eso es. Rap con r de refugio.

martes, 17 de septiembre de 2013

Jode más lo que menos jode.

"No sabe ni un solo metereólogo que la previsión para lo que queda de verano es que llegarás a tiempo para hacerme temblar en pleno agosto"


Qué vueltas da la vida, ¿verdad? él dice que no piensa, y pensar huele a él.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Ron N'Roll

Hace ya tres años de aquella noche tan simple y a la vez tan grande. Tan simple porque duró demasiado poco. Tan grande porque sin ninguna duda esa noche marcó el rumbo de mi camino en el laberinto que forje yo. Quiero decir, que si esa noche, por algún casual me hubiese ido antes o simplemente no me hubiese atrevido a acercarme, estoy segura que ahora no sería la persona que soy. 
  Eran las fiestas de Galapagar y sólo conocíamos a cuatro gatos. Pero por nuestros cojones Violeta, Alicia y yo nos lo íbamos a pasar genial. Por eso no tuvimos otra que acercarnos a Javivi cual perros hambrientos para que nos presentase a algún amigo. Quitando el pelo naranja de Mingo y los acertijos de Xexu, todo era perfecto. No, pero en serio, perfecto. Las tres siguientes noches de las fiestas llegábamos al Toril con ojos ansiosos buscando una mancha granate donde poder descargar la euforia de fin de verano.
  'Normal que una niña se lo pase bien con gente más mayor que ella' pensareis. Aunque supongo que algo de razón conlleva, no es ni mucho menos su edad lo que atrae de estos personajes. Son sus putas manías, sus frikeces y su sonido. También su olor. Joder cómo huele Galapagar desde que RonNRoll entró en mi vida. Huele a puta felicidad. Huele a cachimba de melocotón. No de menta, ni cereza si no de melocotón. No sabes lo que puedes llegar a sentir al meterte en tu cama -tras una noche de fiesta- arropada por un intenso olor a Galapagar impregnado en tu pelo. En las putas nubes.
  Supongo que nunca he llegado a decírselo a nadie, pero la clave de todo esto fue el verano pasado. Ese verano no lo supera ningún otro. Fue encontrar un oasis en medio del desierto. De mi desierto. Porque juro que antes de empezar aquel verano ni me conocía lo más mínimo. Para que os hagáis una idea, me hicieron sentir de las personas más grandes del mundo. Y no la más grande, porque por encima van todos ellos. Repito, TODOS ellos. 
  Después de tres años ahora el grupo ha agrandado considerablemente. Pero si ha agrandado ha sido porque cuando alguien es grande y se encuentra con otro igual, más grandes aún, y si son más, muchos más, pueden convertirse en lo más grande del planeta. Cada miembro de RonNRoll es un mundo que descubrir. Un mundo tan especial que no yo puedo llegar a comprender.
  Por eso y por todo, gracias. Gracias por vuestro cariño, vuestros consejos y vuestras manías. Nunca os lo he dicho, pero supongo que habéis apreciado que no paro de sonreír. Si sonrío es por vosotros. Vosotros me enseñasteis a sonreir. Me arrancasteis los complejos de un cuajo y como por arte de magia mis labios se abrieron para enseñar siempre mi sonrisa torcida. Antes de conoceros en la vida sonreía. Creo que con eso podéis haceros una idea de la enorme huella que habéis marcado en mi vida. 
  Gracias por regalarme  mi sonrisa.


sábado, 14 de septiembre de 2013

Sastre de sonrisas.

Pum pum, tic tac. Oigo hasta mi pulso siguiendo el ritmo del reloj, ya acostumbrado a sonar en mi cabeza. ¿Cuántas noches puedo llevar ya? Contando las largas y las momentáneas deben sobrepasar las 30, cuando todavía caía agua fría y el viento helaba. Cada noche frente un papel sin poder escribir. El Pilot sólo da vueltas entre mis dedos, acostumbrado ya a la torpeza de estos mismos. Y el folio en blanco. En blanco...
Me pregunto si se extraña. Si se extraña mi mesa. Y mi silla. Que lleve tanto tiempo sentada en el mismo sitio sin hacer caso al papel. Me mira y me intenta atrapar. Intenta alargar sus brazos para agarrarme y sumirme en él. El papel se ha cansado de ser blanco, quiere letras.

"Creo que los vacíos de inspiración ocurren porque algo en la vida ha echado el freno de mano y todo lo que avancemos desde entonces nos desgasta y hace que nuestros patéticos y tristes días huelan a plástico quemado."

No quiero más freno de mano en este mundo. Llevo demasiado tiempo parada en el arcén, y siento que si agarro la palanca del freno y tiro hacia arriba, el coche entero se desmoronará. Y me quedaré sola y frágil, ya no tendré resguardo del viento. Porque ya llega septiembre y el frío se nota en sus diez letras. Estaría bien poder salir del coche a echar un vistazo, poder sonreír de verdad al paisaje que tengo enfrente. Pero el freno está echado y las puertas cerradas. 
La verdad, no me extraña. ¿Quién quiere salir fuera en este mundo de chacales? Se han perdido las maneras, o tal vez nunca las hubo. Las maneras de ser feliz y enseñar los dientes con diversas sonrisas y sus respectivos mensajes escondidos. Ya son más de once personas las que me dicen sorprendidos: 'tú sonríes mucho chica' o '¿por qué sonríes tanto?' Y ¿por qué no? Quiero decir, la vida no es puta si tú no la tratas como tal. Que si la vida te da palos, te haces un puto trono de rey. Rey de tu reinado. Rey de tu vida. Rey de tus sonrisas y tus maneras. No me hace falta un prismático para saber que si salgo del coche me voy a encontrar otro igual unos metros más delante. Y otro, otro, otro y cuatro más. La calle solitaria con un arcén lleno de coches con miedo a acelerar. Porque no es indiferencia ni enfado, es miedo. Miedo a avanzar y miedo a que te den esos palos. Miedo a ver lo que realmente puede pasar. A la mierda el miedo y todas sus tonterías. 
 Creo que voy a salir. El freno de mano ni lo toco. No quiero coche. Quiero ir yo calle arriba o calle abajo.  Quiero correr yo y mejor si me descalzo, para poder notar con mis dedos el camino por el que paso. Voy a caminar y a abrir puertas, que ya estoy cansada de cerrarlas. Puertas de otros coches y de otras personas. Y cuando me vean y pregunten por mi sonrisa, responderé: Sastre de sonrisas, para servirle. Cansada ya de quemar los problemas en mi palma. Que sí, que las heridas si no se cierran siempre sangran. Habrá que cerrarlas.  
  Y mira tú cómo pasa el tiempo y cómo cambia el paisaje. Creo que el papel ya no está en blanco y el frío septiembre ya no me hiela tanto. Ven septiembre, y ven invierno. Que tengo abrigos y sonrisas para aburrir.

 Qué niña más mona e ingenua, diréis. Pero no hay persona más ignorante que el que no sabe apreciar una sonrisa. Ni persona más triste que el que piense que la felicidad solo está en el interior de los niños. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Ojos Oscuros

Este niño era menudito, bajito y con la cabeza brillante como una bola de billar. Este niño ya no era como los demás. Antes gritaba, ahora callaba. Antes corría, ahora caminaba. Antes soñaba, ahora reflexionaba.
  Fue al poco tiempo de entrar en su colegio cuando el niño travieso y juguetón dejó de hacer cosas de niños. Ni travieso. Ni juguetón. Fue al poco tiempo de llegar a ese edificio, lugar para aprender y dormir, morada de hijos de la iglesia.
  Ojos oscuros miraban a este niño, cuando gritaba y corría. Ojos oscuros atraparon a este niño, cuando gritaba y corría. “¿Qué sucede Padre?” fue lo que dijo el niño. El cura le llevó a una habitación oscura como sus ojos, donde solo él podía ver lo que sucedía. A la mañana siguiente, este niño dejó de gritar para callar. Dejó de correr para caminar. Dejó de soñar para reflexionar. Dejó de ser un niño de verdad.

sábado, 16 de marzo de 2013

Llueve, y el tiempo pasa.

  Llueve. La noche avanza. Un silencio, interrumpido por truenos que suenan de vez en cuando. Una oscuridad, alumbrada por rayos que aparecen, de la mano de los truenos. Llueve y todo parece seco. Y está mojado. Todo.
  En la esquina, sentada, está ella. Acurrucada, con las piernas dobladas arropadas por sus brazos. Y la cabeza hundida en el hueco que ha hecho entre su pecho y sus rodillas. Como un refugio.
   Ahí está ella, mojándose. Y secándose. 
  Llora, dejando que la lluvia se trague sus lágrimas. Quizá por eso ha escogido esa noche y no otra, para llorar. Quizá por eso no ha dormido, y ha esperado a que pasasen las doce de la noche para salir. Para que la lluvia borre sus lágrimas, y nadie sepa nunca que llora por ello. 
  Se araña, grita en silencio. Aprieta los puños y la mandíbula. Llora.
  Lágrima, gota.
  Coge la estrella roja de su bolsillo y se la lleva  a los labios. La besa. Saca la cabeza de su refugio, y muestra su rostro a la noche. Su rostro dolorido. Hinchado por un lamento silencioso. Mira la luna, con ojos brillantes. La culpa. 
  Tú viste todo y no lo impediste. Tú presenciaste su muerte, y no la detuviste. Tú viste la sentencia, y no me avisaste. Culpable. 
  Ya no mira con cara triste, tiene el ceño fruncido y no le quedan lágrimas. Mira a la luna. Con tan intensa mirada que parece que se da la vuelta, temerosa por sus ojos llenos de rabia. 
  Despega sus labios, y un hilillo de voz sale por su boca. No se oye, y sólo si te acercas a tres centímetros de su cara puedes averiguar lo que está diciendo. Lo que está cantando. No ha subido el tono de su voz, pero retumba en todos los edificios de Madrid. De España. Y llega a todas las personas. Los truenos no la callan. No pueden. 
  Y sigue. Sigue cantando la canción, pensando en los ocho tiros que ha escuchado hoy, a las doce de la noche. Pensando en él, preso del pasado. Canta. Canta para él y para la luna. Para que se enteren. 
  Los nada de hoy todo han de ser.

  "Somos la joven guardia
que va forjando el porvenir.
Nos templó la miseria,
sabremos vencer o morir.
Noble es la causa de librar
al hombre de su esclavitud.
Quizá el camino hay que regar.
con sangre de la juventud.

Que este en guardia,
que esté en guardia.
el burgués insaciable y cruel.
Joven guardia,
joven guardia,
no le des paz ni cuartel..."
 Canta, para que la oigan.
  

jueves, 28 de febrero de 2013

En Castellano.


Aquí tenéis mi voz
alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
mi voz apedreando las puertas de la muerte
con cantos que son duras verdades como puños.

Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando el paso a través de las ruinas,
hermosa como un viaje alrededor del mundo.

Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
en pie contra el crepúsculo.

Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos.

                             Blas de Otero.

sábado, 23 de febrero de 2013

Un sueño impregnado de nieve.


  Esta noche he tenido un sueño. Un sueño que ha hecho que me levantase con ganas de más. Mucho más.
  Andorra. El lugar donde me encontraba era en Andorra, tan cerca y a la vez tan lejos. Cómo es posible, que viviendo a solo unas horas de distancia, nunca me haya designado a ir. Tal vez sea por esa tendencia a vaguear que se ha asentado sin ningún problema en mi interior. Pero en los sueños, en los sueños no. Ahí todavía no ha llegado, ni llegará. En un sueño puedo correr, saltar y jugar durante horas sin cansarme siquiera. Una vez soñé que nadaba desde Portugal a NY solo por ver la estatua de la libertad. Y ahí estaba yo, sin jadear y con el mismo ánimo que conlleva una noche de sábado. Bueno, me estoy desviando del tema. Lo que iba a contar era mi sueño de esta noche…
  Bajo mis suelas, nieve. A cada paso que doy, noto cómo se hunde la densa, y a la vez ligera, capa blanca. Tan blanca que daña los ojos al mirarla. No estoy sola, también está mi familia, mirando con la misma cara de asombro el paisaje que se presenta ante nosotros. Tan bonito, tan irreal. El cielo, de un azul intenso, contrasta con el blanco de las montañas, que junto a los pinos de su colina, crea una bonita combinación de colores.
  Normalmente, cuando estoy en la nieve, suelo hacer muñecos y numerosas bolas para lanzarlas a cualquiera que se cruce por mi camino. Esta vez no. Ahora me dispongo a ponerme unos esquís, (¡¿yo esquiando?! Si no lo veo no lo creo) e impulsada por los bastones, comienzo a deslizarme colina abajo. Me siento ligera, como si en cualquier momento fuese a despegar los esquís del suelo. Si cierro los ojos, puedo imaginarme saltando por las nubes, con el viento azotando mi cara, a una velocidad peligrosamente rápida. Como si volase.
  Es curioso, porque esta sensación no la conozco, y sin embargo, siento como si ya la hubiese experimentado hace mucho tiempo. Nunca he esquiado, y lo más parecido que he hecho ha sido lanzarme con un trineo rojo en la cuesta de al lado de mi casa.
  Tras una mañana intensa de esquiar y esquiar, vamos a comer al hotel, todos juntos. La comida está deliciosa: de primero, una ensaladita de diente de león. De segundo, trucha a la andorrana. Y por último, de postre, brossat. Parece mentira que con el simple hecho de estar sentada una horita mientras comes, acabes con un cansancio que te impulsa a la cama a echarte una siestecita. Pero no muy larga, porque enseguida nos ponemos en camino y salimos del hotel.
   Esta vez no nos ponemos los esquís. Esta vez vamos a otra parte, también en la nieve.
  A partir de este momento no recuerdo muy bien el sueño. Solo escenas, que van saltando de una a otra. Una tras otras, algunas confusas y otras divertidas.
  Estoy de pie, sujetando lo que parecen ser unas riendas. Pero no estoy encima de un caballo. Son riendas más largas. Y bajo mis pies, madera. Es un trineo, muy distinto al rojo que tengo en la alacena. Más grande. Y más bonito. Las largas riendas sujetan perros. 2, 4, 6… ¡14 perros! De repente, se echan a andar. Ahora corren. El trineo, conmigo encima, se desliza tras ellos. Estoy guiando, yo solita, a catorce perros en la nieve. Es fantástico, incluso mejor que esquiar.
  Sin saber cómo ni por qué, me encuentro en una piscina, calentita, que ayuda a relajar todos los músculos de mi cuerpo, fríos y cansados tras un bonito pero agitado día en la nieve. Es un balneario.
  La última escena es en un coche. No sé a dónde me lleva. Ni de donde hemos partido. Miro por la ventana, y puedo ver el paisaje más bonito que he encontrado en muchos años. Son montañas, repletas todas de vida. Pinos verdes las cubren, y entre ellos, algún animalillo. Una liebre corre a meterse en su madriguera, perseguida por un zorrito. A tres kilómetros, cinco rebecos comen, arrancando las finas hierbas del suelo. Abro la ventana, y, sin dar aviso, un olor a humedad, madera y resina llena el coche por completo. Al inspirar, noto como el aire fresco  llena mis pulmones. Si saco la cabeza, y miro al cielo puedo ver un águila sobrevolar el paisaje, siguiendo al coche, como si nos protegiese de algo. O nos vigilase.
  Bueno, y este ha sido el sueño que me ha ayudado a levantarme tan eufórica.
  Ojalá, los sueños se cumpliesen. Tal vez, si cierro los ojos fuertemente y pienso en ello con intensidad, lo consiga. Acabo de ver una estrella fugaz, y creo que sé cual es mi deseo.

jueves, 14 de febrero de 2013

Delirios de madrugada.

Hoy,  catorce de febrero de dos mil trece, a la 01:16. Hoy, es cuando llegan los delirios de madrugada. ¿Por qué será? ¿Por la fecha? No creo. No lo se. Sólo se que necesito escribir. ¿A quién? Tampoco lo se. Bueno, tal vez sí. Tal vez necesite escribir a esa estrella que se cruza siempre por mi camino. A esa estrella que siempre ilumina cada rincón. Cada rincón que pasa. A esa estrella tan buen amiga que tengo. ¿Por qué brillará tanto? También se me escapa. Resulta irónico, y es que esa estrella, se llama Estrella.
A lo mejor sí es la fecha. A lo mejor es el hecho de que hoy sea el día de los enamorados. Hoy, ahora, o más tarde, miles de parejas se tumbarán en azoteas a mirar las estrellas. Muchas tras haber hecho el amor, y no follar. Otras nerviosas por ser su primera vez. Por haber decidido entregar sus secretos, su yo interior, a la persona que tienen al lado. Abrazándoles. Y otras, simplemente pasando la noche juntos, sin necesidad del sexo. Sólo con besos y caricias. 
Pero no todos estarán en esas azoteas. Otros muchos estarán en sus casas, solos. O con amigos. No con pareja. Me temo que entre esos muchos estoy yo, y ella. La estrella. Pero sonrío al pensar en un futuro. Y digo "un" por que no es EL futuro. Sonrío al imaginar diversos futuros. Distintos caminos a los que llegar. Imagino otra azotea, otro año, otro día igual, con parejas escupiendo amor por las orejas. Y la boca. Y entre esas parejas, nosotras. Cada una con su chico, claro. 
Sonrío al imaginar lo empalagosa que sería, con alguien al que abrazar. ¿Te lo imaginas, yo con novio? Río. Pero estaré ahí. Un poco más mayor. Y más guapa. El chico, sin rostro, pero guapo. Sonriendo también. Mirando las estrellas.
A unos kilómetros de distancia está esa estrella. Esa amiga. Con un chico también. Sin rostro en este futuro. (Aunque en el anterior que soñé, tenía rostro). Ella sería más empalagosa. Seguro. También sería divertido.
Imaginar es soñar. Soñar es sumirse en un mundo distinto. O tal vez no. Tal vez sea el futuro. Y ahora he dicho "el". 
¿Te imaginas? Soñar es fantástico. Pero claro, son sueños, difíciles de cumplir. Y no imposibles. Sería bonito, que el año que viene, en vez de intercambiar cartas entre solteras, intercambiarlas entre parejas. Muy bonito.
Y esto parece una confesión de una pobre desesperada por encontrar ya algo de amor. No lo es. Ya vendrá. Tiempo al tiempo, que vida, queda.
Es la 01:50 y los delirios siguen. Me voy a dormir, a seguir soñando. Pero no me hagas mucho caso, que estoy cansada y con ojos legañosos.
Buenas noches, soñadores.

jueves, 31 de enero de 2013

Razones sin razón.

   Cortado, por favor. Todo igual que siempre. Todo igual que cada día a esa misma hora. La una y media. A la derecha, en la mesa del fondo, una madre soltera con sus dos hijos pequeños. No paran de correr y gritar entre las mesas y sillas. Ella ya va por el quinto cigarrillo.  En la mesa de al lado, un anciano leyendo el periódico de hace dos días. Mañana leerá el de ayer. ¿Azúcar o sacarina? Como siempre, azúcar por favor. En la barra está él. Esperando su café diario. Siempre espera con la cabeza gacha y su sombrero de vaquero, que tanto le gustaba a ella. Hoy no. Hoy se ha quitado el sombrero y mira a la derecha. Luego a la izquierda. Hoy algo ha cambiado. La mesa de esa esquina está vacía, como esperando a ser ocupada, por alguien que nunca llegará. El cenicero, vacío. No está. Ella no está. Probablemente haya elegido otro bar, o haya conocido a otro. El joven de la barra se levanta, dejando su café cortado y con azúcar en la barra. Ella ya no está.

martes, 29 de enero de 2013

Y entre polvo, un tesoro.


  Hoy he hecho el amago de recoger mi habitación. Y entre cajas y pared, he encontrado una cosa. Un viejo libro lleno de polvo. Un libro distinto a los demás. Sus páginas blancas, excepto las quince primeras. Escrito a mano, con bolígrafo azul, y a veces negro. Su letra, la de una niña de 12 años. Y empezaba así: Hola diario.
  Era mi diario. Y es curioso, porque no siempre hablaba de su presente, mi pasado. Hay páginas repletas de un futuro imaginario. Un futuro hecho por sueños de una niñita, ansiada por cumplir años y ser por fin mayor. Un futuro, que es mi presente.
  Leyendo mi diario, me he acordado de lo soñadora, y de lo ínfima y pequeña que era, y sigo siendo. Y es que esta niñita, ya tenía todo un futuro planeado. Ella ya sabía su futuro. Casa en el campo, chico guapo, seguramente rubio, con un amor incondicional a los animales y algún que otro caballo por el jardín. Ay, pobre ingenua niñita. Parece más segura, sin embargo, que su futuro, osea yo. Y por eso, antes de que sea tarde, quiero cambiar este bonito futuro, no borrarlo, porque lo guardaré, con dulzura, en un cajón de mis bonitos sueños. Quiero cambiar este futuro, y dejarlo en blanco. Dejarlo en manos de la Coro del futuro. Porque dentro de unos años, esa chica llena de sueños, encontrará este papel viejo y arrugado, por algún rincón de su habitación. Sonreirá y recordará su yo del pasado. Me recordará a mí, y a mis manías.
  Recordará a la frágil niña insegura, pequeña e ínfima personita, que no se atrevía a echar un vistazo a su futuro. A tu presente. Sus pequeñas manías. Recordara a esa joven adolescente con pequeños rasgos que la hacen diferente, y especial.
Porque mis manías, son solo mías. Por eso siempre antes de dormirme, miro tres veces el despertador para comprobar que está puesto a la hora, y no llegar tarde. Aunque siempre me retrase más de la cuenta. Por eso siempre respiro hondo y me muerdo las uñas al cruzarme con él por el pasillo del colegio. Por eso siempre intento sonreír, porque cuesta que algo me entristezca realmente. por eso sueño con poder subir a la fantástica montaña de siete picos. Por eso me da pereza levantar, para sacar a mis perras y luego pasar la mañana con Tommy. Y me levanto, porque se, que aun con pereza, merece la pena ver lo felices que se ponen Perdi y Fibi al correr fuera de casa, y lo feliz que me siento tras pasar la mañana con Tommy. Porque se momento, ahora, el galope de Tommy es lo que más me puede agradar. Galopar en Tommy es mi orgasmo, de momento.
  Y es que amiga, hermana, no quiero que te olvides. No quiero que te olvides de todo lo que he sido, soy, y seré. De todo lo que has sido, eres, y serás. Porque yo ahora soy todo lo que fue esa niña de 12 años que comenzó un diario. Si soy lo que soy, es por ella. Y si tu eres lo que eres, es por mí. Pequeños rasgos que nos hacen única.
  Solo te pido una cosa: sigue luchando. Ahora lucho, por mi futuro, por tu presente. Y es que no quiero morir y que todo esto sea igual. Vivir mientras todo pasa. Quiero cambiar todo. El machismo, el racismo, la injusticia. Eso es lo que hay que cambiar.
  Suerte, Coro del futuro.

domingo, 13 de enero de 2013

Por siempre.

  Cierra los ojos. Deja de escuchar todo sonido que haya a tu alrededor, ahora este momento es tuyo. Sólo tuyo. No hay nada a tu alrededor. La niña comprando una piruleta a dos manzanas de ti no está. El repartidor de periódicos tampoco aparece en esta historia. Sólo tú.
  Ahora imagina un escenario. Negro. Con su telón de terciopelo rojo a los lados, recogido con un cordel color mostaza. El patio de butacas está vacío.
   En el centro del escenario aparece un piano. Un piano de cola. Negro, como el mismo suelo sobre el que se encuentra, con teclas blancas y negras. Está limpio, sin ninguna mancha. No tiene ni una huella dactilar, ni acaso alguna mota de polvo. Reluce. Enfrente, se encuentra un asiento, sin respaldo. Asiento de pianista. Color negro, como el piano, exceptuando el cojín que hay sobre él, rojo, conjuntando así con el telón y consiguiendo una bonita armonía de colores.
  Ahora es cuando entras tú en escena. ¿Dónde? Sentada en ese asiento de pianista. Con su cojín rojo, a juego con el telón. Un foco se enciende, alumbrándote, para poder verte mejor, aunque no haya público en las gradas. Ya llegará, tranquila.
  Estás sentada, frente al piano, y sobre este, unas partituras. Levantas las manos para tocar, y poder ser tú misma la que manche ese piano. Sólo tú. Suena una melodía, la que tú elijas, pero perfecta, seguida. La estás tocando tú. Ahora cantas. Cantas y tocas. Sólo tú, sobre ese escenario solitario, con un foco iluminándote.
 El público ya llega. Empiezan a aparecer, sentados en las butacas. Tú sigues tocando. Pero puedes permitirte observar a las personas que te miran, con una sonrisa dibujada en la cara. Hay rostros sin cara. Sin ojos ni boca. Ellos esperan a ser conocidos, porque esto es un futuro. Un futuro en el que probablemente muchas de las personas que ahora conoces, y hablas con ellas a menudo, ya no estén, pero otras, con las que tal vez no hables mucho, o no conoces aún, estarán ahí. Sentados. Mirándote. Sonriéndote.
  Sentada en primera fila, a la derecha, está tu madre, acompañada de tu padre. También puedes apreciar a África, tu primo, tal vez Candela, y si miras bien, también estoy yo. Mirándote como todos. Sonriendo como todos.
A los rostros sin cara, no tengas prisa, ya vendrán. Y a los que ya tienen cara, es porque estarán ahí en su día. Viendo cómo te conviertes en una estrella, en el sentido de la fama, claro, o tal vez no, tal vez solo toques para ti, y pintes para todos. O acabes siendo camarera, quién sabe. Lo que está claro, es que yo estaré ahí para verlo. Es un por siempre, y de los que prometen.
Te quiero Estrella, mucho mucho, y espero que sea así.
Por ti, por mí, por siempre.