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martes, 19 de noviembre de 2019

Feminismo y bisexualidad


Tengo siete años y estoy jugando en el patio del colegio. Tengo amigas y amigos. Hay una amiga por la que siento especial curiosidad. En mi cabeza (porque desde que recuerdo, hablo más dentro de ella que fuera de la misma) mantengo largas discusiones sobre mi amiga. Me gusta su pelo, y aún más sus ojos. Me gusta jugar con ella. Me gusta de una forma tan rara que se parece a lo que sentía por un compañero en infantil. No lo entiendo. ¿se puede sentir lo mismo por una chica que por un chico? ¿eso existe? No, Coro, será que quieres ser su amiga con más fuerza que con otras. Punto y final en la conversación, pero el sentimiento nunca cambió.

Diez años más tarde me encuentro bailando en clase de contemporáneo. Hay una compañera que baila espectacular, sus movimientos muestran una gran personalidad. Todas lo piensan y la miran. La miran pero yo siento que puedo mirar más allá que el resto. Que soy capaz de leer entre sus brazos, de sentir al ritmo que acompaña sus piruetas. No me escucho y no hablo sobre ello. Pasado un año, estando muy cerca suyo, comienzo a sentir fuerte y no solo en el pecho. Me digo “Coro, tía, ¿te estás poniendo cachonda?”. Nada más. Otro punto y final y otro sentimiento sin abrazar.

No me como mucho la cabeza: he estado con varios chicos y me he sentido atraída por ellos. Por consiguiente, me gustan los chicos. Punto y final.

Con 19 años conozco por vez primera a una chica bisexual. Y me gusta. Siento que me gusta pero no me hago mucho caso. Ya es un pasito. Esta amiga comienza a salir con otra amiga, y mi corazón se rompe en mil pedazos. Coro, creo que ya es hora de retomar esa conversación de hace doce años. Te gustan las chicas. O no solo te gustan los chicos. Vaya lío. Leo, leo mucho para comprenderme. Para conocerme. Busco artículos y respuestas. Busco mucho y muy al fondo porque cuesta un montón encontrar algo sobre bisexualidad ¿es que no existe? No encuentro tampoco ninguna representante bisexual con la que sentirme identificada.

Desde que salí del armario como bisexual, siento cómo su puerta siga abierta a mis espaldas. Comentarios como “vaya guarrilla estás hecha eh” o “¿en serio piensas que algún tío va a pensar que no eres bollera?” me persiguen a diario. Incluso dentro del colectivo LGBT me han tachado de hetero o lesbiana. Una de dos. Que no les engaño. También, de la boca de amigas lesbianas, he escuchado “yo con bisexuales no me meto, que te vuelven loca”. No somos de fiar, dicen. Me he sentido, también por comentarios, menos combativa por ir de la mano de un chico. Continuamente me pregunto si realmente soy bisexual o será verdad que estoy en “transición”. Después de mantener relaciones con tíos, tías o ties me pregunto si me ha gustado o es que sigo condicionada por lo que me ha dictado la sociedad. Mi identidad pendiendo de un hilo que suelto y agarro repetidamente.

Basta ya. Aceptemos la bisexualidad como algo más que una letra B. La bisexualidad provoca tal rechazo porque tiene la capacidad de romper el discurso predominante de la sexualidad, desacreditar el binarismo de género que nos impone la sociedad. Cambiar roles y derrumbar pirámides en cuya cúspide residía un hombre cis hetero.

Me piden que escriba algo en relación al 25N desde la perspectiva bisexual. La escribo como mujer bisexual en una sociedad que tanto daño me ha hecho por, simplemente, serlo. En Reino Unido han hecho varios estudios específicos, y aseguran que las mujeres bisexuales tienen cinco veces más probabilidades de sufrir abusos sexuales que las mujeres heterosexuales u homosexuales. Esto ocurre en consecuencia a la educación que recibimos, los medios de comunicación y el porno convencional, donde representan la bisexualidad femenina como un juguete sexual, picante, para la satisfacción masculina. Donde se cosifica y deshumaniza a la mujer bisexual, permitiendo que se ejerza sobre ella mayor grado de abuso y violencia.

A día de hoy, sigo sintiéndome incómoda al mantener relaciones sexuales con hombres. Me pregunto si me están utilizando, si se esperan de mi algo que les han hecho creer. Ese algo picantón en lo sexual que las bisexuales tenemos que llevar de fábrica.

El vínculo entre feminismo y bisexualidad reside en esa incertidumbre, inestabilidad, titubeo y veleidad que se asocian a la bisexualidad y tradicionalmente asignado a la feminidad. Debemos, por tanto, seguir luchando por deshacernos de esos prejuicios que nos acompañan por, simplemente, nuestro género u orientación sexual. Por conseguir una sociedad más libre e inclusiva, diversa, que no cuestione, hiera o mate a nadie por ejercer su deseo. Por, simplemente, ser.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Cuando todo estalle que me pille en la calle

¿En qué momento hemos llegado a esto?

No, en serio, ¿cuándo empezó a normalizarse tanto el fascismo?

5 de agosto de 1939. Causa 30426. 43 disparos más otros tantos, precedidos de otros 13, más 13.

Delito: "adhesión a la rebelión".

4 de febrero de 2006. Detienen a tres chicos, casualmente sudamericanos, al desalojar un centro okupado en Barcelona. Más tarde, cuando llevan al hospital a los detenidos, malheridos de tanta hostia y humillación, detienen a otras dos, casualmente con "pintas". ¿Delito? Estar en el lugar incorrecto en el momento incorrecto. Acusadas de intento de asesinato. ¿Culpable? El ayuntamiento de Barcelona. Paliza tras paliza, años entre rejas y una vida caída al vacío.

23 de agosto de 2012. Detienen a Josep Miquel Arenas Beltrán, más conocido como Valtònyc, por las letras de sus canciones. Es poeta. Sentencia: tres años y medio de cárcel por injurias a la corona, amenazas y enaltecimiento al terrorismo. Cinco años más tarde se ve obligado a exiliarse.

14 de noviembre de 2012. Con el subidón del 15M y las posteriores Mareas, manifestarse está a la orden del día. Alfon, habitual en las calles de Madrid, es detenido mientras pasea a su perro. Víctima de un montaje policial, le acusan de llevar artefactos explosivos en una mochila que él nunca vio antes. Otra vez, entre rejas y hormigón.

2014, Alba González Camacho, de 21 años, es condenada a un año de prisión y siete de inhabilitación absoluta para ejercer cualquier empleo o cargo público. Delito de enaltecimiento al terrorismo en varios de sus tweets.

Marzo de 2015. Pablo Hassel, rapero, es condenado a dos años de cárcel por enaltecimiento al terrorismo. También por la letra de sus canciones. Tres años más tarde, esta vez por tweets, vuelve a ser condenado a dos años y un día de cárcel por el mismo delito: enaltecimiento al terrorismo e injurias a la corona. En el segundo juicio, le preguntan varias veces si pertenece a alguna organización anarquista. Él es comunista.

En mi cabeza, suenan las palabras "enaltecimiento al terrorismo" del mismo modo que "adhesión a la rebelión".

Año 2015. Operación Pandora (I y II), Operación Piñata y Operación ICE. En distintos lugares del país, llaman a la puerta de varios hogares "¿quién será? son las 6 de la mañana" piensan chavales y madres. Son los Mossos d'Escuadra o la Policía Nacional. Llaman para llevarse detenidas a once, nueve, quince y seis personas. Anarquistas entre rejas por simplemente serlo. Explosivos otra vez. Y, obviamente, mucho terrorismo.

De nuevo, enaltecimiento al terrorismo.

De nuevo, causa archivada sin delito alguno, pero hasta 16 meses en prisión.

En 2015 también, con la Operación Araña III, acusan a Alfredo Ramírez por terrorismo vía twitter. En noviembre de 2017 es detenenido por lo mismo.

5 de febrero de 2016. La policía irrumpe en un teatro de Madrid para detener a dos titiriteros que están, en ese momento, representando una obra que el ayuntamiento contrató para ese carnaval. Plagada de mensajes que critican el abuso del poder. Paradójico. Son encerrados sin fianza por un delito de enaltecimiento al terrorismo.

15 de octubre de 2016. Una pelea en un bar de la localidad Navarra Altsasu, acaba con ocho jóvenes detenidas por un supuesto delito de odio contra dos guardias civiles. No iban uniformados ni estaban de servicio esa noche. Las detenidas ni vieron lo ocurrido. Un mes más tarde, la Guardia Civil cambia la acusación de delito de odio y comienza a hablar de terrorismo. Piden por ello 375 años de cárcel. Tres años más tarde, descartada la hipótesis de terrorismo, se enfrentan a nueve años y medio y año y medio de cárcel por agresión a dos policías. Dos policías que, repito, no estaban en ese bar como policías sino como tíos de fiesta bebiendo a las cinco de la madrugada.

Noviembre de 2019. Sale la sentencia de una violación múltiple de cinco tíos a una niña de 14 años. No ha sido violación, dicen, ha sido abuso (al no haber resistencia por el estado de inconsciencia de la niña). Un sexto hombre, que se pajeaba mientras miraba la escena, sale absuelto.

¿Sigo?

No es necesario mencionar los cientos de fosas comunes que aún siguen sin destapar, las calles y plazas con nombres que aluden a acontecimientos o personajes de la dictadura franquista. Los monumentos. Los cargos públicos que estaban entonces y aún siguen en su puesto de trabajo.

Se han esforzado tanto en no mirar atrás, en tapar la porquería con la alfombra, en callar bocas con barrotes, que hoy es normal escuchar, en la televisión y las calles, propaganda fascista en su estado puro. Pedir la cabeza de colectivos racializados, del colectivo LGBT+ y de las mujeres es ahora tendencia en España. Y tan ricamente. Ellas no lanzan mensajes de odio, de amenaza, ni enaltecen al terrorismo. Si eres fascista, en España está bien. Si eres hombre y te mola violar a niñas con tus colegas vente p'acá. En España no pasa nada. Es más, tal vez consigas un asiento en el Congreso de diputados. Ahora, no se te ocurra pensar de otra manera, porque pasas a ser enemiga del estado.

Mamá, no llores por mi si hoy no vuelvo a casa. Despierta, y lucha.

Escribiendo "Goku vive, la lucha sigue", y esperando que esta madrugada no vengan a detenerme.