Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

jueves, 31 de enero de 2013

Razones sin razón.

   Cortado, por favor. Todo igual que siempre. Todo igual que cada día a esa misma hora. La una y media. A la derecha, en la mesa del fondo, una madre soltera con sus dos hijos pequeños. No paran de correr y gritar entre las mesas y sillas. Ella ya va por el quinto cigarrillo.  En la mesa de al lado, un anciano leyendo el periódico de hace dos días. Mañana leerá el de ayer. ¿Azúcar o sacarina? Como siempre, azúcar por favor. En la barra está él. Esperando su café diario. Siempre espera con la cabeza gacha y su sombrero de vaquero, que tanto le gustaba a ella. Hoy no. Hoy se ha quitado el sombrero y mira a la derecha. Luego a la izquierda. Hoy algo ha cambiado. La mesa de esa esquina está vacía, como esperando a ser ocupada, por alguien que nunca llegará. El cenicero, vacío. No está. Ella no está. Probablemente haya elegido otro bar, o haya conocido a otro. El joven de la barra se levanta, dejando su café cortado y con azúcar en la barra. Ella ya no está.

martes, 29 de enero de 2013

Y entre polvo, un tesoro.


  Hoy he hecho el amago de recoger mi habitación. Y entre cajas y pared, he encontrado una cosa. Un viejo libro lleno de polvo. Un libro distinto a los demás. Sus páginas blancas, excepto las quince primeras. Escrito a mano, con bolígrafo azul, y a veces negro. Su letra, la de una niña de 12 años. Y empezaba así: Hola diario.
  Era mi diario. Y es curioso, porque no siempre hablaba de su presente, mi pasado. Hay páginas repletas de un futuro imaginario. Un futuro hecho por sueños de una niñita, ansiada por cumplir años y ser por fin mayor. Un futuro, que es mi presente.
  Leyendo mi diario, me he acordado de lo soñadora, y de lo ínfima y pequeña que era, y sigo siendo. Y es que esta niñita, ya tenía todo un futuro planeado. Ella ya sabía su futuro. Casa en el campo, chico guapo, seguramente rubio, con un amor incondicional a los animales y algún que otro caballo por el jardín. Ay, pobre ingenua niñita. Parece más segura, sin embargo, que su futuro, osea yo. Y por eso, antes de que sea tarde, quiero cambiar este bonito futuro, no borrarlo, porque lo guardaré, con dulzura, en un cajón de mis bonitos sueños. Quiero cambiar este futuro, y dejarlo en blanco. Dejarlo en manos de la Coro del futuro. Porque dentro de unos años, esa chica llena de sueños, encontrará este papel viejo y arrugado, por algún rincón de su habitación. Sonreirá y recordará su yo del pasado. Me recordará a mí, y a mis manías.
  Recordará a la frágil niña insegura, pequeña e ínfima personita, que no se atrevía a echar un vistazo a su futuro. A tu presente. Sus pequeñas manías. Recordara a esa joven adolescente con pequeños rasgos que la hacen diferente, y especial.
Porque mis manías, son solo mías. Por eso siempre antes de dormirme, miro tres veces el despertador para comprobar que está puesto a la hora, y no llegar tarde. Aunque siempre me retrase más de la cuenta. Por eso siempre respiro hondo y me muerdo las uñas al cruzarme con él por el pasillo del colegio. Por eso siempre intento sonreír, porque cuesta que algo me entristezca realmente. por eso sueño con poder subir a la fantástica montaña de siete picos. Por eso me da pereza levantar, para sacar a mis perras y luego pasar la mañana con Tommy. Y me levanto, porque se, que aun con pereza, merece la pena ver lo felices que se ponen Perdi y Fibi al correr fuera de casa, y lo feliz que me siento tras pasar la mañana con Tommy. Porque se momento, ahora, el galope de Tommy es lo que más me puede agradar. Galopar en Tommy es mi orgasmo, de momento.
  Y es que amiga, hermana, no quiero que te olvides. No quiero que te olvides de todo lo que he sido, soy, y seré. De todo lo que has sido, eres, y serás. Porque yo ahora soy todo lo que fue esa niña de 12 años que comenzó un diario. Si soy lo que soy, es por ella. Y si tu eres lo que eres, es por mí. Pequeños rasgos que nos hacen única.
  Solo te pido una cosa: sigue luchando. Ahora lucho, por mi futuro, por tu presente. Y es que no quiero morir y que todo esto sea igual. Vivir mientras todo pasa. Quiero cambiar todo. El machismo, el racismo, la injusticia. Eso es lo que hay que cambiar.
  Suerte, Coro del futuro.

domingo, 13 de enero de 2013

Por siempre.

  Cierra los ojos. Deja de escuchar todo sonido que haya a tu alrededor, ahora este momento es tuyo. Sólo tuyo. No hay nada a tu alrededor. La niña comprando una piruleta a dos manzanas de ti no está. El repartidor de periódicos tampoco aparece en esta historia. Sólo tú.
  Ahora imagina un escenario. Negro. Con su telón de terciopelo rojo a los lados, recogido con un cordel color mostaza. El patio de butacas está vacío.
   En el centro del escenario aparece un piano. Un piano de cola. Negro, como el mismo suelo sobre el que se encuentra, con teclas blancas y negras. Está limpio, sin ninguna mancha. No tiene ni una huella dactilar, ni acaso alguna mota de polvo. Reluce. Enfrente, se encuentra un asiento, sin respaldo. Asiento de pianista. Color negro, como el piano, exceptuando el cojín que hay sobre él, rojo, conjuntando así con el telón y consiguiendo una bonita armonía de colores.
  Ahora es cuando entras tú en escena. ¿Dónde? Sentada en ese asiento de pianista. Con su cojín rojo, a juego con el telón. Un foco se enciende, alumbrándote, para poder verte mejor, aunque no haya público en las gradas. Ya llegará, tranquila.
  Estás sentada, frente al piano, y sobre este, unas partituras. Levantas las manos para tocar, y poder ser tú misma la que manche ese piano. Sólo tú. Suena una melodía, la que tú elijas, pero perfecta, seguida. La estás tocando tú. Ahora cantas. Cantas y tocas. Sólo tú, sobre ese escenario solitario, con un foco iluminándote.
 El público ya llega. Empiezan a aparecer, sentados en las butacas. Tú sigues tocando. Pero puedes permitirte observar a las personas que te miran, con una sonrisa dibujada en la cara. Hay rostros sin cara. Sin ojos ni boca. Ellos esperan a ser conocidos, porque esto es un futuro. Un futuro en el que probablemente muchas de las personas que ahora conoces, y hablas con ellas a menudo, ya no estén, pero otras, con las que tal vez no hables mucho, o no conoces aún, estarán ahí. Sentados. Mirándote. Sonriéndote.
  Sentada en primera fila, a la derecha, está tu madre, acompañada de tu padre. También puedes apreciar a África, tu primo, tal vez Candela, y si miras bien, también estoy yo. Mirándote como todos. Sonriendo como todos.
A los rostros sin cara, no tengas prisa, ya vendrán. Y a los que ya tienen cara, es porque estarán ahí en su día. Viendo cómo te conviertes en una estrella, en el sentido de la fama, claro, o tal vez no, tal vez solo toques para ti, y pintes para todos. O acabes siendo camarera, quién sabe. Lo que está claro, es que yo estaré ahí para verlo. Es un por siempre, y de los que prometen.
Te quiero Estrella, mucho mucho, y espero que sea así.
Por ti, por mí, por siempre.