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sábado, 16 de marzo de 2013

Llueve, y el tiempo pasa.

  Llueve. La noche avanza. Un silencio, interrumpido por truenos que suenan de vez en cuando. Una oscuridad, alumbrada por rayos que aparecen, de la mano de los truenos. Llueve y todo parece seco. Y está mojado. Todo.
  En la esquina, sentada, está ella. Acurrucada, con las piernas dobladas arropadas por sus brazos. Y la cabeza hundida en el hueco que ha hecho entre su pecho y sus rodillas. Como un refugio.
   Ahí está ella, mojándose. Y secándose. 
  Llora, dejando que la lluvia se trague sus lágrimas. Quizá por eso ha escogido esa noche y no otra, para llorar. Quizá por eso no ha dormido, y ha esperado a que pasasen las doce de la noche para salir. Para que la lluvia borre sus lágrimas, y nadie sepa nunca que llora por ello. 
  Se araña, grita en silencio. Aprieta los puños y la mandíbula. Llora.
  Lágrima, gota.
  Coge la estrella roja de su bolsillo y se la lleva  a los labios. La besa. Saca la cabeza de su refugio, y muestra su rostro a la noche. Su rostro dolorido. Hinchado por un lamento silencioso. Mira la luna, con ojos brillantes. La culpa. 
  Tú viste todo y no lo impediste. Tú presenciaste su muerte, y no la detuviste. Tú viste la sentencia, y no me avisaste. Culpable. 
  Ya no mira con cara triste, tiene el ceño fruncido y no le quedan lágrimas. Mira a la luna. Con tan intensa mirada que parece que se da la vuelta, temerosa por sus ojos llenos de rabia. 
  Despega sus labios, y un hilillo de voz sale por su boca. No se oye, y sólo si te acercas a tres centímetros de su cara puedes averiguar lo que está diciendo. Lo que está cantando. No ha subido el tono de su voz, pero retumba en todos los edificios de Madrid. De España. Y llega a todas las personas. Los truenos no la callan. No pueden. 
  Y sigue. Sigue cantando la canción, pensando en los ocho tiros que ha escuchado hoy, a las doce de la noche. Pensando en él, preso del pasado. Canta. Canta para él y para la luna. Para que se enteren. 
  Los nada de hoy todo han de ser.

  "Somos la joven guardia
que va forjando el porvenir.
Nos templó la miseria,
sabremos vencer o morir.
Noble es la causa de librar
al hombre de su esclavitud.
Quizá el camino hay que regar.
con sangre de la juventud.

Que este en guardia,
que esté en guardia.
el burgués insaciable y cruel.
Joven guardia,
joven guardia,
no le des paz ni cuartel..."
 Canta, para que la oigan.
  

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