Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

jueves, 28 de febrero de 2013

En Castellano.


Aquí tenéis mi voz
alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
mi voz apedreando las puertas de la muerte
con cantos que son duras verdades como puños.

Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando el paso a través de las ruinas,
hermosa como un viaje alrededor del mundo.

Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
en pie contra el crepúsculo.

Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos.

                             Blas de Otero.

sábado, 23 de febrero de 2013

Un sueño impregnado de nieve.


  Esta noche he tenido un sueño. Un sueño que ha hecho que me levantase con ganas de más. Mucho más.
  Andorra. El lugar donde me encontraba era en Andorra, tan cerca y a la vez tan lejos. Cómo es posible, que viviendo a solo unas horas de distancia, nunca me haya designado a ir. Tal vez sea por esa tendencia a vaguear que se ha asentado sin ningún problema en mi interior. Pero en los sueños, en los sueños no. Ahí todavía no ha llegado, ni llegará. En un sueño puedo correr, saltar y jugar durante horas sin cansarme siquiera. Una vez soñé que nadaba desde Portugal a NY solo por ver la estatua de la libertad. Y ahí estaba yo, sin jadear y con el mismo ánimo que conlleva una noche de sábado. Bueno, me estoy desviando del tema. Lo que iba a contar era mi sueño de esta noche…
  Bajo mis suelas, nieve. A cada paso que doy, noto cómo se hunde la densa, y a la vez ligera, capa blanca. Tan blanca que daña los ojos al mirarla. No estoy sola, también está mi familia, mirando con la misma cara de asombro el paisaje que se presenta ante nosotros. Tan bonito, tan irreal. El cielo, de un azul intenso, contrasta con el blanco de las montañas, que junto a los pinos de su colina, crea una bonita combinación de colores.
  Normalmente, cuando estoy en la nieve, suelo hacer muñecos y numerosas bolas para lanzarlas a cualquiera que se cruce por mi camino. Esta vez no. Ahora me dispongo a ponerme unos esquís, (¡¿yo esquiando?! Si no lo veo no lo creo) e impulsada por los bastones, comienzo a deslizarme colina abajo. Me siento ligera, como si en cualquier momento fuese a despegar los esquís del suelo. Si cierro los ojos, puedo imaginarme saltando por las nubes, con el viento azotando mi cara, a una velocidad peligrosamente rápida. Como si volase.
  Es curioso, porque esta sensación no la conozco, y sin embargo, siento como si ya la hubiese experimentado hace mucho tiempo. Nunca he esquiado, y lo más parecido que he hecho ha sido lanzarme con un trineo rojo en la cuesta de al lado de mi casa.
  Tras una mañana intensa de esquiar y esquiar, vamos a comer al hotel, todos juntos. La comida está deliciosa: de primero, una ensaladita de diente de león. De segundo, trucha a la andorrana. Y por último, de postre, brossat. Parece mentira que con el simple hecho de estar sentada una horita mientras comes, acabes con un cansancio que te impulsa a la cama a echarte una siestecita. Pero no muy larga, porque enseguida nos ponemos en camino y salimos del hotel.
   Esta vez no nos ponemos los esquís. Esta vez vamos a otra parte, también en la nieve.
  A partir de este momento no recuerdo muy bien el sueño. Solo escenas, que van saltando de una a otra. Una tras otras, algunas confusas y otras divertidas.
  Estoy de pie, sujetando lo que parecen ser unas riendas. Pero no estoy encima de un caballo. Son riendas más largas. Y bajo mis pies, madera. Es un trineo, muy distinto al rojo que tengo en la alacena. Más grande. Y más bonito. Las largas riendas sujetan perros. 2, 4, 6… ¡14 perros! De repente, se echan a andar. Ahora corren. El trineo, conmigo encima, se desliza tras ellos. Estoy guiando, yo solita, a catorce perros en la nieve. Es fantástico, incluso mejor que esquiar.
  Sin saber cómo ni por qué, me encuentro en una piscina, calentita, que ayuda a relajar todos los músculos de mi cuerpo, fríos y cansados tras un bonito pero agitado día en la nieve. Es un balneario.
  La última escena es en un coche. No sé a dónde me lleva. Ni de donde hemos partido. Miro por la ventana, y puedo ver el paisaje más bonito que he encontrado en muchos años. Son montañas, repletas todas de vida. Pinos verdes las cubren, y entre ellos, algún animalillo. Una liebre corre a meterse en su madriguera, perseguida por un zorrito. A tres kilómetros, cinco rebecos comen, arrancando las finas hierbas del suelo. Abro la ventana, y, sin dar aviso, un olor a humedad, madera y resina llena el coche por completo. Al inspirar, noto como el aire fresco  llena mis pulmones. Si saco la cabeza, y miro al cielo puedo ver un águila sobrevolar el paisaje, siguiendo al coche, como si nos protegiese de algo. O nos vigilase.
  Bueno, y este ha sido el sueño que me ha ayudado a levantarme tan eufórica.
  Ojalá, los sueños se cumpliesen. Tal vez, si cierro los ojos fuertemente y pienso en ello con intensidad, lo consiga. Acabo de ver una estrella fugaz, y creo que sé cual es mi deseo.

jueves, 14 de febrero de 2013

Delirios de madrugada.

Hoy,  catorce de febrero de dos mil trece, a la 01:16. Hoy, es cuando llegan los delirios de madrugada. ¿Por qué será? ¿Por la fecha? No creo. No lo se. Sólo se que necesito escribir. ¿A quién? Tampoco lo se. Bueno, tal vez sí. Tal vez necesite escribir a esa estrella que se cruza siempre por mi camino. A esa estrella que siempre ilumina cada rincón. Cada rincón que pasa. A esa estrella tan buen amiga que tengo. ¿Por qué brillará tanto? También se me escapa. Resulta irónico, y es que esa estrella, se llama Estrella.
A lo mejor sí es la fecha. A lo mejor es el hecho de que hoy sea el día de los enamorados. Hoy, ahora, o más tarde, miles de parejas se tumbarán en azoteas a mirar las estrellas. Muchas tras haber hecho el amor, y no follar. Otras nerviosas por ser su primera vez. Por haber decidido entregar sus secretos, su yo interior, a la persona que tienen al lado. Abrazándoles. Y otras, simplemente pasando la noche juntos, sin necesidad del sexo. Sólo con besos y caricias. 
Pero no todos estarán en esas azoteas. Otros muchos estarán en sus casas, solos. O con amigos. No con pareja. Me temo que entre esos muchos estoy yo, y ella. La estrella. Pero sonrío al pensar en un futuro. Y digo "un" por que no es EL futuro. Sonrío al imaginar diversos futuros. Distintos caminos a los que llegar. Imagino otra azotea, otro año, otro día igual, con parejas escupiendo amor por las orejas. Y la boca. Y entre esas parejas, nosotras. Cada una con su chico, claro. 
Sonrío al imaginar lo empalagosa que sería, con alguien al que abrazar. ¿Te lo imaginas, yo con novio? Río. Pero estaré ahí. Un poco más mayor. Y más guapa. El chico, sin rostro, pero guapo. Sonriendo también. Mirando las estrellas.
A unos kilómetros de distancia está esa estrella. Esa amiga. Con un chico también. Sin rostro en este futuro. (Aunque en el anterior que soñé, tenía rostro). Ella sería más empalagosa. Seguro. También sería divertido.
Imaginar es soñar. Soñar es sumirse en un mundo distinto. O tal vez no. Tal vez sea el futuro. Y ahora he dicho "el". 
¿Te imaginas? Soñar es fantástico. Pero claro, son sueños, difíciles de cumplir. Y no imposibles. Sería bonito, que el año que viene, en vez de intercambiar cartas entre solteras, intercambiarlas entre parejas. Muy bonito.
Y esto parece una confesión de una pobre desesperada por encontrar ya algo de amor. No lo es. Ya vendrá. Tiempo al tiempo, que vida, queda.
Es la 01:50 y los delirios siguen. Me voy a dormir, a seguir soñando. Pero no me hagas mucho caso, que estoy cansada y con ojos legañosos.
Buenas noches, soñadores.