Hoy el horóscopo me ha dicho que soy una luz difícil de apagar, y si lo hace, se vuelve a encender. Mi luz no se ha apagado nunca, es cierto. No creo que ninguna lo haga. Y si lo hace es irreparable, se apaga para romperse al rato.
A veces, cuando me escondo en lo más fondo de mi (siempre he dicho que no tengo fondo, entenderlo como metáfora) encuentro una iluminación más estropeada. Quejosa. Ahumada. Está bailando. Baila a la sombra. Y mientras yo, dejándome llevar por mi cuerpo (por que ya no soy yo joder) por su movimiento, me dejo engañar como una niña boba. Y no acudo al auxilio de la llama, luz tililante. Me olvido y mientras bailo dentro, por fuera lloro como nunca. Surcando esos caminitos que ya había cavado antes. Lloro y creo que está apagada. Apagadísima.
Y en realidad baila.