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viernes, 11 de mayo de 2018

AP cuatrocientos veinte

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.




Vuelvo a abrir cada letra que escribió Alejandra, como si tuviesen puerta y pomo, para refugiarme en ellas. En ella. 

¿Cómo algo que acompañó al suicidio puede calmarme tanto?

Afuera hay sol. Afuera.