Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Engranajes caóticos a la par.

  Nunca he sido de tomar rápidas decisiones, ni de tener un rumbo fijo. Bueno, en realidad, siempre tomo mi decisión, pero en seguida cambio de parecer, una, otra, y otra vez. Eso es por el caos que hay en mi interior. Soy dos mitades, no una entera, porque eso sería insinuar que ambas mitades son iguales. No lo son.
  Una es Coro, y otra Ginger.
  Coro es grande, potente y fuerte. Ginger es ágil, blandita y no tan fuerte. Coro camina. Ginger corre. Coro siempre lleva reloj, Ginger va a deshora. Coro es más de día, Ginger prefiere la noche.
  Coro piensa, Ginger actúa. Coro copia, Ginger sin esfuerzo inventa y modifica. Coro es más cerrada, Ginger se abre a cualquier persona. Coro es prudente y Ginger atrevida. Coro es generosa y sonriente. Ginger egoísta y sólo sonríe cuando es conveniente. Coro mira siempre el suelo, Ginger sueña mirando el cielo (con la barbilla bien alta). Coro se mueve, Ginger baila. Coro es más de Hip Hop, o quizá Jazz. Ginger nació para el contemporáneo. Coro es precavida, y le cuesta confiar. Ginger es más imprudente, y confía desde el primer cruce de miradas
  Coro es SXIX, Ginger XX. Coro obedece, Ginger prem fuere sus propias normas.
  Coro es manzana, Ginger mandarina.
 Coro se queda en casa. Ginger sale a la calle. Coro susurra, Ginger grita hasta quedarse afónica. Coro calcula y formula, Ginger pinta, traza y sobretodo escribe mientras baila. O baila mientras escribe.
  Coro y Ginger, al fin y al cabo, forman una. Y por mucho que discutan por salir, una no puede ser sin la otra. En ocasiones, una de ellas, sobre todo Coro, tiene que cargar con la otra, herida y hundida. Cuando una gana a la otra durante mucho tiempo, incluso llego a asustarme. Ninguna puede desaparecer. No pueden. 
  Ahora discuten: Coro no para de repetir el tic-tac y recordarme las ojeras, Ginger quiere quedarse 'un ratito más' y es que todo es más bonito a esta hora. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Nanas de la cebolla.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

                    Miguel Hernández.