Normalmente pido (y aviso) que no me hagáis caso. No escuchéis a una persona desviada y con los pies borrachos como yo. Pero hoy, hoy os pido que sí, y os aconsejo que escuchéis.
Si te sueñan las tripas y te piensan las manos, si te lloran las orejas y te hablan los ojos. Si te muerden los dedos y te corre la boca. Si escupes sólo humo y tu voz anda algo desgastada, salta. Salta para que crean que viven ante alguien loco y de diferente camino. Para que olviden que son ellos los que viven en un mundo de locos y que tú no te alejas de la verdad. ¿Es que nadie se ha parado a mirar el planeta boca abajo? ¿Y el cielo hacia el otro lado? Todos han bajado la guardia y se han enganchado a las primeras cadenas que han encontrado. Unas color trabajo, otras color droga, y otras color calle.
Lo digo porque el otro día vi a un elefante posado sobre un pájaro, a un pingüino volando y a un camello bajo el mar. Y hoy me siento lo suficiente poco egoísta como para querer compartirlo.
Que vivan las calles mojadas y las aves nocturnas. Que vivan tus pies sobre tu cabeza y las margaritas de un sólo pétalo.