Cuando salgo de noche solo escucho ladridos sin cesar de una decena de perros, sigo preguntándome qué se contarán. Qué se ladrarán.
De pequeña imaginé que las personas éramos mundos, con sus ríos y montañas, y que conectábamos si nuestros ecosistemas conectaban.
Hoy me he levantado pensando en mi carrera. Por un trabajo de una asignatura. Y desde entonces no pienso.
El camión de la basura pasa todas las noches a una velocidad demasiado rápida para estas callejuelas. Hay veces que pienso que en un giro va a volcar.
Cada vez que llamo la atención a mi perra para que me espere antes de cruzar la calle, se sacude. Fuera movidas tía.
Hay una ventana vacía donde antes había alguien.
No me gustan los abrazos y todavía no sé por qué. Sólo puedo escribir de carrerilla porque si no, empiezo a descartar movidas y acabo guardando todo en mi cabeza en un lugar que luego pierdo.
Hace unos días quería hablar de la mierda del egoísmo y de lo importante que es ponerse en la piel de la otra persona, la empatía, el respeto y, sobretodo, pisotear el odio y echarlo a un lado. Pero hoy estoy cansada y quiero estar un ratito conmigo a solas y sin tener que pensar en nadie ni hacer nada por nadie ni escuchar nada de nadie ni mover un dedo por nadie. Sólo un ratito, un pause en mi vida más allá de mi piel.