Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

domingo, 13 de enero de 2013

Por siempre.

  Cierra los ojos. Deja de escuchar todo sonido que haya a tu alrededor, ahora este momento es tuyo. Sólo tuyo. No hay nada a tu alrededor. La niña comprando una piruleta a dos manzanas de ti no está. El repartidor de periódicos tampoco aparece en esta historia. Sólo tú.
  Ahora imagina un escenario. Negro. Con su telón de terciopelo rojo a los lados, recogido con un cordel color mostaza. El patio de butacas está vacío.
   En el centro del escenario aparece un piano. Un piano de cola. Negro, como el mismo suelo sobre el que se encuentra, con teclas blancas y negras. Está limpio, sin ninguna mancha. No tiene ni una huella dactilar, ni acaso alguna mota de polvo. Reluce. Enfrente, se encuentra un asiento, sin respaldo. Asiento de pianista. Color negro, como el piano, exceptuando el cojín que hay sobre él, rojo, conjuntando así con el telón y consiguiendo una bonita armonía de colores.
  Ahora es cuando entras tú en escena. ¿Dónde? Sentada en ese asiento de pianista. Con su cojín rojo, a juego con el telón. Un foco se enciende, alumbrándote, para poder verte mejor, aunque no haya público en las gradas. Ya llegará, tranquila.
  Estás sentada, frente al piano, y sobre este, unas partituras. Levantas las manos para tocar, y poder ser tú misma la que manche ese piano. Sólo tú. Suena una melodía, la que tú elijas, pero perfecta, seguida. La estás tocando tú. Ahora cantas. Cantas y tocas. Sólo tú, sobre ese escenario solitario, con un foco iluminándote.
 El público ya llega. Empiezan a aparecer, sentados en las butacas. Tú sigues tocando. Pero puedes permitirte observar a las personas que te miran, con una sonrisa dibujada en la cara. Hay rostros sin cara. Sin ojos ni boca. Ellos esperan a ser conocidos, porque esto es un futuro. Un futuro en el que probablemente muchas de las personas que ahora conoces, y hablas con ellas a menudo, ya no estén, pero otras, con las que tal vez no hables mucho, o no conoces aún, estarán ahí. Sentados. Mirándote. Sonriéndote.
  Sentada en primera fila, a la derecha, está tu madre, acompañada de tu padre. También puedes apreciar a África, tu primo, tal vez Candela, y si miras bien, también estoy yo. Mirándote como todos. Sonriendo como todos.
A los rostros sin cara, no tengas prisa, ya vendrán. Y a los que ya tienen cara, es porque estarán ahí en su día. Viendo cómo te conviertes en una estrella, en el sentido de la fama, claro, o tal vez no, tal vez solo toques para ti, y pintes para todos. O acabes siendo camarera, quién sabe. Lo que está claro, es que yo estaré ahí para verlo. Es un por siempre, y de los que prometen.
Te quiero Estrella, mucho mucho, y espero que sea así.
Por ti, por mí, por siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario