Por primera vez en años, a mi cuerpo rebosante de alegría, le entraron unas ganas tremendas de escribir el otro día. Debido a la rutina a la que me encuentro atada, que va a contrarreloj, no lo hice, esperando que durase un poquito más. Esperando poder escribirlo cuando el tiempo me dejase respirar.
Pero, a quién vamos a engañar, esta montaña rusa me ha arrollado y vuelvo a estar abajo, en el hoyo.
Oh, vaya.
Y ahora, si no estás tú arriba, tendiéndome la mano, quién va a estar, ¿coro?
Como siempre, desde abajo. Sangra pero creces.