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viernes, 3 de junio de 2016

P

Me acuerdo de esos muslitos tan regordetes y pequeños, me cabían en una sola mano. Todavía puedo sentirlo... Hace mucho, mucho tiempo, cuando era todavía más pequeña y pensaba que el mundo se me venía encima, que no podía más, me iba corriendo al único sitio donde me sentía segura. Donde sabía que por muchos tabiques que se doblasen, por muchos escombros que se desmoronasen, no podía hacerme daño. Me acurrucaba en su cama, sin pedir permiso, y ella comprendía todo. Con cuidado, para no hacerme daño ni atosigarme, se acercaba a mi y me decía que no estaba sola. Que ahí estaba ella. Y cuando al cabo de un rato me calmaba a su lado, sabía que era el momento de secarme las lágrimas, siempre con delicadeza. Dos lametazos servían para que volviese a abrir los ojos. La abrazaba, la abraza muy fuerte y con ella me sentía aún más fuerte. 
No comprendía cómo ella tenía tanto guardado en tan poco cuerpo. 
 Hace 11 meses que yo, sin que nadie me dijera nada, sabía que al volver a casa Perdi ya no estaría. Y hace 11 meses que me encuentro perdida, que si algo empieza a desmoronarse, ya no estoy a salvo.