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martes, 9 de junio de 2020

ESCRIBIRME III

Hace mucho que no salía de casa, vuelvo a sentirme como Pizarnik, extraña en un día soleado. Hay un hombre que acaba de bajarse de una moto y lleva guantes morados, y creo que son los que más me gustan. Es curioso, cómo creemos que nos mostramos con nuestro aspecto, con los accesorios que llevamos, cuando seguramente para cada persona signifique algo distinto. Aunque, al fin y al cabo, yo me muestro así para mí, ¿No?

En el coche he encontrado una moneda de dos céntimos con unas hojas de Carballo dibujadas. Irremediablemente he pensado en Galicia, mi segunda casa. Me la llego a encontrar hace cuatro años, y habría pensado en los robledales de Cercedilla sin dudarlo.

Nunca me ha parecido tan estimulante Madrid Ciudad. Os explico: estoy haciendo una especie de reto personal (escribirme) para escribir todos los días durante al menos un mes. Ayer, que era mi tercer día del reto, no lo cumplí. Hoy tengo que escribir sobre diez cosas que vea a mi al rededor. ¿Pero cómo elegir diez cosas? Levanto la mirada, y en un segundo ya he visto mil doscientos detalles.

Hay 18 baldosas de 6 cuadraditos de ancho cada una, hasta el final de la acera. Todo el mundo lleva mascarilla, pero he visto a una mujer con una dada la vuelta y a otra que la llevaba del revés. Menos mal que esta última ha dicho "cuando empezó todo esto pensé en la suerte que tuvimos con el gobierno, porque nos llega a tocar con la derecha al mando y España desaparece". Digo menos mal porque al menos es consciente de que no todo el mundo es capaz de saber llevar esta situación.

He sentido un poco de claustrofobia aunque pueda ver el cielo, que hoy se viste azul intenso.

Debe ser la hora de pasear a perros, porque he saludado a unos cuantos, y tres han recreado la escena de Pongo y Perdi, cuando se saludan y enredan sus correas y a sus dueñas.

Esto al lado de Bea hubiese sido más fácil, teníamos una capacidad tremenda para captar la vida del resto de la gente. O al menos pensábamos que la teníamos. Porque nos sentábamos en el Intercambiador de Moncloa y observábamos durante horas a los transeúntes, comentando las diferentes vidas que les asignábamos con, no lo voy a negar, un toque un tanto humorístico.

He visto a un señor mayor hablar con su perro como yo lo hago con Fibi o con Pale. Le explicaba que no debía ocupar toda la acera y que tenía que elegir solo un lado, porque si no confundía a la gente. Varias bicis han pasado a una velocidad sorprendentemente rápida en su carril correspondiente (se nota que las urbanitas se han acostumbrado a una ciudad un poco más eco). 

He perdido la cuenta de las cosas en las que me he fijado, pero es curioso que el tema era más bien enumerarlas, pero yo, como siempre en las nubes, no puedo evitar sacar de cada una de ellas un poquito más.

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