¿Un consejo? No tropieces. El suelo es duro, pero camina con cuidado, tus tobillos flaquean sobre él, y si te caes es tan pegajoso que cuesta horrores y muecas levantarse. A los lados plantas y árboles que si te descuidas puedes acabar seducido por su aroma. Aún siendo sus abrazos como latigazos en plena Roma, engañado besas sus pies. Y veneno puro acaba recorriendo tu saliva.
A tu alrededor, ceniza inmersa en humo, el cual te acaricia provocando que bajes la guardia.
¿Otro consejo? Mantén los ojos abiertos. Aves surcan los cielos rodeando tu trayectoria. Saben lo que piensas. Lo que eres. Y por eso están ahí. Actúa como ellas o acabarás creyendo que sobre tu cabeza hay tormenta y que el suelo está manchado. Porque no debes dejar que tanto alarde de oscura neblina te alarme o te ciegue. Para unos será así, pero para pocos debe ser hogar y cobijo. Esas nubes tienen truco y si las moldeas como es debido, puro algodón acariciando las copas de los pinos, grandes y acogedores. El suelo puede convertirse en reto, y las grandes aves en grandes amigas.
Lo único malo de todo esto es que tienes que ser tú el que elija.
Y luego ya simple estructura de carne y hueso.
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