Gritas desde dentro y te arañas. Das golpes y pataleas, lo que sea para avisar (y prevenir) que realmente sigues ahí. Que dentro hay alguien y si no sale es porque no puede.
Gritas todo lo que puedas, hasta quedarte afónica y sin tu voz silenciada. Para que por lo menos uno sepa que lo que se ve es el reflejo y no la imagen. La esencia, la persona.
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