Lamentablemente debo admitir que por el momento solo he logrado convertirme en una pre-escritora.
Existe entre ambos una sutil diferencia resumida en la siguiente metáfora: si un escritor nos proyecta su propia realidad como lo haría un eficiente catalejo, el pre-escritor lo hará más bien como unos anteojos olvidados en una torre de hojas secas; aunque mostrarán hermosas situaciones cuando unos rayos de luz penetren por sus viejos cristales, tarde o temprano provocarán un incendio irresponsable.
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