Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

lunes, 14 de abril de 2014

..Demestro.

  Pago por mis pecados, por mis ralladas, por dejarme los nudillos en paredes y esas mierdas.
   
  Odio la absurda pero cierta manía que algunos tenemos de sentirnos la persona más ínfima y pequeña del planeta. Del universo. Sentir que con una ráfaga de aire puedes desvanecerte tan rápido como lo sea el viento. Desvanecerte y rendirte a su roce, mientras deja que te acoples en sus brazos para que te lleve lejos. Muy lejos. Y frágil. Sentirte tan pequeña que cada caricia sea un zarpazo para ti. De león. Con uñas y arañazos y sangre. Y duele. Tan pequeña que vas cantando para tus adentros pachín pachín pachín a garbancito no piséis, y tampoco le gritéis. Tan pequeña que te ves absurda. Y con eso basta para que los demás también vean lo absurda y patética que eres. Que andes absurda. Que camines absurda. Que grites absurda y que escribas patética. Porque ya no sabes escribir. Tampoco ves sentido a eso de mezclar letras e inventar nuevas palabras. Hoy quería algo así como demestro. ¿Qué tal el día? Bueno, va demestro. Pero al final lo he dejado. Ya no vienen y el sentido tampoco lo encuentro. El cómo mezclo las palabras digo, un sinsentido absoluto. Entonces para ti todo tiene una altura impensable, invisible. Y cierta altura hace lo que hacen las cosas altas. Dar sombra. Todo asombrosamente enorme que da sombra. Tan pequeña y a oscuras. Te acostumbras a sólo ir por lo negro e intentar esconderte mientras pachín pachín. Te escondes y eres pequeña. Lo peor es cuando te lo cres de verdad, y tan débil que intentas levantarte a ti misma pero tus brazos se te escurren y te arañas y la cara tampoco responde. Y los arañazos se notan y escuecen. Entonces las montañitas son ahora para ti montañozas. Montañas tan grandes que la cima pincha las nubes. Tan enormes que también son empinadas como nunca habías visto. Y al ser pequeña eres más niña. Y al ser más niña sólo se te ocurre cerrar ojos y boca. Y no hablar ni ver. Pero ves. Ves más de lo que quieres. Ves. Le ves. Y lo ves también. Y también hablas. En realidad gritas, pero para ellos son susurros. A los hombros en vez de un ángel y un diablo tienes a los dos con tridente afilado. Y estos también gritan, pero para ti son los gritos más sonoros que hayas podido sentir. Porque vienen desde dentro y es que también arañan. Y las heridas están dentro y cómo vas a poder curarlas. A lo mejor hay fuego y el fuego consigue cerrarlas. Ya qué más da. Sí total, esa montaña tienes que subirla y en realidad te ven grande grande y fuerte. Y no es tanta oscuridad, resulta que hay más luz que en ningún lado, pero tú te empeñas en apagarla.
  Eso, castígate y apaga la luz, Coro. Quédate a oscuras. Otra vez.

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