Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

martes, 11 de agosto de 2015

No escribas epitafio.

(Ilustración original de Albert Solóviev)



"Carcajadas invisibles se retorcían macabras en el callejón de los tobillos rotos.
Sus dedos se curvaban, se estaba volviendo córvida. 
Sentía sus huesos arremetiendo contra la carne, sus vértebras como cristales.
La piel en pura flor. Las escápulas en puras alas."  María .Rth

 Arropada por la noche, a este lado de la casa sólo pueden oirse ladridos de perros artos de dar vueltas en un jardín. Todas las noches me pregunto qué se contarán, qué se ladrarán para no quedarse afónicos y sin ganas. De vez en cuando oigo chasquidos que imagino serán del mechero que enciende la montaña de cigarrillos de mi madre. Sólo por ver su llama y ceniza caer. Tener el placer de aplastarlos en un cementerio de ansia. 
 Pienso demasiado o ya no se pensar. Busco en mi y no hay luz ni oscuridad.  Cómo se puede entender algo sin una cascada de letras. Creo que nunca he estado inspirada. No me gustan mis palabras. Simple.
 No puedo rasgarme más porque no encuentro superficie nueva, cada rincón de mi cuerpo conoce ya lo que soy y no puedo sorprender a nada ni nadie. ¿Qué hago? 
 No respondo.
 Siempre que me leo uso el mismo tono, es seco. Nunca me he escuchado bonita en labios de otras. 
 Es que busco y no encuentro, joder. Siempre una pausa antes del joder. No encuentro nada dentro de mi. No me escucho, ni un tictac, ni acero oxidado. Mi corazón ya no puede bombear sangre porque hace tiempo que esta se secó. La usaron para regar las flores mustias de un jardín sin vida.
 Sólo se escribir vacío, no se merecen tus pupilas dilatadas leer algo sin un gas que encienda sus pestañas. 
 Recorre en mí un aliento gélido que ahoga la salida de cualquier grito real. No pido auxílio porque sólo escribo si sangra. Sigue el camino de huellas rojas y verás que llegan a mi cuerpo sin vida, encharcado en el riego de un jardín marchito. Búscame y cuando puedas toca mi piel fría. Rásgame y no intentes volver a llenar mis venas de sangre. Acércate a mi rostro y si no lo están, abre mis ojos. Acércate más y susurra a mis oídos lo que ves. Dime que he muerto y que no se te olvide ninguna letra. Descríbe mi aspecto putrefacto y dame la razón, confiesa que te lo esperabas. Acaricia mi piel y comprueba que ya no puedo tener la piel de gallina, los pelos de punta, nunca más.
 Ahora vete y no cierres las ventanas, deja que entren los cuervos y buitres. Deja que se lleven una desilusión al encontrar comida sin sabor. Deja que nunca se sientan satisfechos a mi vera. Que rabien con mi carne. 
 Dales el honor de abrir mi celda. De desencadenar este nudo amordazado.

1 comentario:

  1. es precioso...pero también profundamente entristecedor y agotador...para mí.
    mi ansia tiene ya muchos años y se llama vicio, rutina, costumbre, estupidez, pérdida de tiempo, obsesión...pero también relax, reflexión, futuro, ilusión y arrepentimiento, y, a veces, victoria (no en este momento, desde luego). Puede que cultive flores ya marchitas, es lo que va quedando de mí para tí, más bien lo que tu crees que va quedando, y está bien, porque coges tu relevo, el que te empuja la vida, y lo anterior ya te parece rancio y te preparas para recibir lo que va a venir. Y solo es un vacío si esperas que llueva, si das vueltas sobre ti misma. Si supieras lo luminosa que se te vé, lo radiante de tu sonrisa, la energía que desprendes... abre las ventanas, tira todo el lastre que te impones, deja entrar la luz en tu cuarto y abre toda tu mente a los besos, las caricias, al sol, a las flores (si no están ahogadas!), a las carcajadas y a todo lo que llega de forma arrolladora. Es imparable, es tu tiempo y tu oportunidad, y aunque ahora no te lo parezca, es brillante, fulgurante, alucinante a pesar de sus sombras, solo tienes que rasgarlas, romperlas, hacerlas trizas cada vez, en eso consiste, y tienes las armas y las agallas.
    Por mi parte, yo sigo, aunque no te lo parezca (la batalla es particular de cada una), y me imagino victoriosa, a pesar de saberme el final. Encenderé candelas, pincharé complacencias, y espabilaré languideces si es lo que toca, desplegaré todo lo protector que pueda ser mi abrazo y mi amor, y haré guardia en vuestras ventanas con el Samurai para no dejar pasar un sólo buitre que ponga las garras en vuestros tiernos, latientes y calientes cuerpecitos.
    (es curiosa la mente, sigue su propio juego, sólo he leído el final del primer párrafo en la segunda pasada. Hay que aprender a dominarla!)

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