Antes de opinar recuerda que tú has venido hasta aqui y que yo no te he invitado.

jueves, 4 de junio de 2015

La mecánica de obedecer.

 No escribo, no funciono. No siento, no padezco. 
 Nunca pensé que fuese a llegar este momento. El momento en el que efectivamente sientes cómo tu corazón salvaje se marchita. Lloran sus hojas pesadas, caen al suelo sin vida. Seca el vacío las ramas del tronco que fue mi corazón. Un vacío que se va apoderando de todo el interior. El vacío se hizo necesario para explicar el movimiento del Universo modelado por el semidios Demiurgo, según Platón. Pero por dentro no soy universo, no soy estrellas, no soy formas ni materia. No puedo pensar. Soy ese algo producto de otro algo que ya nadie se acuerda quién fue ese alguien promovedor del todo que hace algos. Soy mi pobre corazón mecánico, acostumbrándose a lo aceptable. Desechando el musgo, las flores y la brisa. Sí, es el viento, mi viento, mi amigo. Compañero. Se va, porque no puede, no cabe, el vacío también ocupa su lugar. Ay mi viento, pobre viento. Siempre de la mano del océano, su océano. También se va, arrastrando todo lo arrastrable, todo lo patógeno, lo extraño que antes no era extraño. Se va, todo, se va. No me quedo sola, no me quedo, no soy yo. 
 Adiós Coro, adiós Ginger, adiós a todo lo que quisiste ser y no fuiste. Adiós a tu alma rebelde, injenua niñita débil, frágil, pequeña. No llores, tus lágrimas ya no riegan tu interior, flor y luz en medio de aquella tempestad. No llores, ya no llueve, no hay nubes, ni laverintos, ni escaleras con peldaños de madera. Ya no bailes. No hay suelo, ni techo, no hay nada. Blanco, y a veces negro. Negro, otras veces blanco. 
  No llores niña de luz, sonrisa apagada, ya no tienes fuerzas. Duerme pequeña, duerme y no despiertes jamás. Aquí no queda nada.
  Este mundo ya no es tuyo.

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