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martes, 11 de noviembre de 2014

La muerte y otras sorpresas.

   "Y la inspiradora se enmascara para ejecutar una melodía que nadie entiende bajo una lluvia que calma mi mal." Alejandra Pizarnik



  Antes de acostarme leí un rato a Pizarnik y esta noche no he dormido nada. Cada vez que cerraba los ojos una imagen de ella me venía como si la hubiese conocido en carne y hueso, aunque es en esencia y alma (si la encontró alguna vez) como realmente la he sentido. Se me aparecía en ese mundo que no es real pero tiene más realidad que lo que ven tus ojos. En ese espacio o cuarto o cajón, como lo entendáis, Alejandra sólo se limitaba a mirarme para decir más de lo que me han contado nunca. Con su pelo corto y castaño, (más oscuros eran sus pulmones), mantenía la mirada más aterradora que jamás he visto y sufrido. No hacía más que decirme (o recordarme) la verdad. Poseía unos ojos tan llenos, tan espesa la mirada que agotaba aguantarla. Realmente notaba cómo mi pecho se iba resquebrajando y de mis ojos brotaba sangre, mientras ella implacable sólo fulminaba con la mirada sin decir nada y llenando sin embargo un silencio de palabras. Palabras que apretaban y me obligaban a abrir los ojos para no caerme de la cama. Pero al volverlos a cerrar la poetisa reaparecía y me dañaba con latigazos invisibles por la cobardía recientemente saboreada que había en mis actos.
 Entonces comprendí, que eso es lo que hacía Alejandra, aparecer en los sueños de sus lectores para alimentarse de su miedo y cortedad, recordando que nadie llegará a sentir la locura en tal grado como la suya, y nadie conocerá la muerte tan de cerca como ella. 
  Podría tomar esto como un reto de Pizarnik, y comenzar cavando mis ojos.


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