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jueves, 16 de octubre de 2014

Dibujo en letras.

  Quise dibujar el otro día una imagen que rondaba mi cabeza. Me olvidaba de las escasas dotes que tienen mis manos para el trazo. Decidí entonces dibujar de la única manera que me atrevo, escribiendo. (Bailando ya lo hice una vez).
  Mi obra que pudo ser y no fue es una habitación bastante caótica. No hay cama, si no un colchón en el suelo con las sábanas revueltas. Sobre ellas hay libros de todos los tamaños. Unos abiertos en prosa, otros color poesía. En algunos varias líneas estaban subrayadas, como si la que lo hizo quisiera resaltar esas frases. Para que no se olvidasen en la historia o simplemente para recordarlas ella. También hay hojas arrancadas y seleccionadas cuidadosamente por todas partes. Un trabajo realmente sorprendente. Y absorbente.
 El suelo está sucio, lleno de polvo mezclado con ceniza. Cristales rotos y latas de cerveza vacías. Dos ceniceros se asfixian por tantos cigarros amontonados. Son de liar.
En el suelo también hay jeringuillas. Y chivatos vacíos. Más hojas y más libros. Y un cuerpo. De mujer, tirado en el suelo. En una mano un lápiz sin punta, en la otra un libro escrito a lápiz sin ninguna página en blanco, excepto la última, con un sola línea: murió cuando quiso.

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