Al principio no ví nada, no escuché. Sentí, sentí mucho. Y otra vez nada. Más polvo a través de una tenue luz, aparecida en rayos. Calma. Pensé que en cualquier momento empezaría a tronar. No fue así.
Dejé caer agua fría sobre mi cuerpo. Vi cómo una cascada caía bajo mis pies. Resbalaba asustada, sabiendo que caía con la ausencia de un suelo firme al final. Quise apoyarme en algo y no encontré nada. Comencé a perder el equilibrio y a comprender que, realmente, nunca lo tuve.
Aguja e hilo.
Sumida en ese enredo asfixiante de la nada materializada, encontré aguja e hilo. Y entendí entonces lo que debía hacer.
Reparo pieza por pieza y abrazo algo a lo que yo misma di forma. Algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario